LAS VEGAS — Christian McCaffrey apenas se movió mientras estaba sentado en su cubículo en el vestuario visitante del Allegiant Stadium. Paralizado por el dolor. Sus ojos se abrieron de par en par, mirando fijamente hacia adelante, mientras su mente procesaba la agonía. Sus hombros se encorvaron mientras la realidad retorcía su estómago en tiempo real. Lo suficientemente visceral como para ser visible.
Un sabor cercano
Los San Francisco 49ers perdieron el Super Bowl LVIII por 25-22, pero no antes de estar lo suficientemente cerca de saborearlo. No antes de desperdiciar múltiples oportunidades para ganarlo. Las heroicidades de Patrick Mahomes, y el último capítulo de su creciente leyenda, dejaron nuevamente a los 49ers desanimados.
Un sentimiento desconocido
Esta es la cuarta vez en cinco años que han sido un equipo de Super Bowl y se han quedado cortos. Pero esta fue la primera vez para McCaffrey. Esta derrota golpeó más fuerte que cualquier linebacker. Y todo lo que tenía para reconfortar su espíritu destrozado en este momento era Kyle Juszczyk. Su fullback. Su amigo.
El peso del fracaso
“Es difícil. Es realmente difícil. Me duele por él”, dijo Juszczyk. “Lo he dicho desde hace dos años: nadie es más duro con Christian que él mismo. Y odio ver eso porque él es absolutamente la razón por la que estamos aquí. Hizo muchas cosas realmente buenas en ese juego. Es el mejor jugador de fútbol americano que he visto”.
La maldición de los 49ers
Juszczyk también estaba sufriendo. Pero ya había pasado por algo similar antes. Para McCaffrey, esta es una sensación desconocida. La derrota del año pasado en el Juego de Campeonato de la NFC fue dura porque parecía que los 49ers no tuvieron una oportunidad justa. Podían dejarlo en la plausible negación de la lesión. Pero esto? Nunca había sentido algo así en el fútbol americano.


